Framed Gang o cómo puede haber arte en cualquier rincón del mundo

Framed Gang, en Rosselló-Diagonal

Hace un par de semanas, pasé con el bus por delante de este curioso establecimiento. Me llamó la atención en seguida. ¿Qué es? ¿Es una tienda? ¿Una galería?

Esta foto está hecha desde la parte trasera en dirección a la salida, que da a la calle Rosselló. En primer plano uno de los móviles de Alejandra Jaimes, muy a lo Calder, y, en el pasillo, las pinturas de Lorena Eloizaga.

Hace unos días, pasaba a pie por allí y decidí entrar a ver qué ofrecían exactamente. Tuve, además, la oportunidad de hablar largo y tendido con los artífices de este proyecto que acaba de empezar.

Ellos entienden de gafas, eso es lo suyo de base (pero gafas molonas, ojo). Lo que pasa es que también sienten un impulso artístico. La mayoría se habría limitado a tener por un lado su negocio, la óptica en este caso, y por otro a cultivar cierto amor por la belleza, posiblemente yendo a exposiciones, ferias, galerías o lo que se tercie. Lo bonito de la propuesta de los chic@s de Framed Gang es que decidieron enfocarlo de otro modo y han tratado de encajar, dentro de un negocio viable, un espacio para el arte en su sentido más amplio. Es cierto que ahora exponen a tres artistas, digamos que tradicionales: Lorena Eloizaga, Iker Spozio y Alejandra Jaimes, pero planean albergar todo tipo de exposiciones y eventos, eso sí, siempre relacionados con lo visual.

Parte trasera de la tienda/galería. Al fondo, vemos los cuadros de Spozio y las instalaciones de Jaimes.
Obras de Jaimes (detalle primer plano) y Spozio (pinturas al fondo).

El espacio sorprende, porque desde fuera no se ve la parte trasera, la dedicada exclusivamente a este culto a lo visual. Solamente se ve el pasillo que conduce hacia esa zona, donde ahora se muestran las vistosas pinturas de Lorena Eloizaga, que atraen la mirada de cualquiera que pase por allí. Lo cierto es que la obra de los tres artistas elegidos armoniza muy bien con el espíritu de Framed Gang, o al menos es la sensación que me dio a mí. Las gafas modernillas y unas obras donde mandan el color y un cierto toque retro encajan perfectamente.

Las pinturas de Eloizaga son las que, con sus colores vivos, llaman la atención de cualquiera que pase por delante de este establecimiento.

Al margen de la línea que siga este proyecto en el futuro, me ha parecido interesante este querer aunar un negocio tradicional con un espacio dedicado al arte. Es cierto que hace mucho tiempo que los artistas y las paredes de los bares, cafeterías y restaurantes han unido sus fuerzas para potenciarse mútuamente, pero está muy bien ver cómo hay cada vez más iniciativas que van más allá de lo que ya está establecido.

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