de Brian Young
del 12 de septiembre al 15 de octubre, en el Centre Cívic Ateneu Fort Pienc
Las fotografías de Brian Young son de una calidad indudable. Tendría que esforzarme mucho para destacar algún aspecto negativo importante. No sólo son fotografías excelentes desde el punto de vista técnico, teniendo en cuenta que no son de estudio, sino que saben transmitir la vida en el metro de los 80 en Nueva York. Tal como citan en la web del Fort Pienc: «Era un tiempo duro; era Gotham». Una ciudad que todos imaginamos cómo debía de ser, aunque no la hayamos vivido: miedo y peligro son quizás de las primeras palabras que nos vienen a la cabeza.
Pero el trabajo de Young nos muestra mucho más que eso, hasta tiene toques de humor.
El fenómeno del grafiti acompaña sin duda la imagen de la Nueva York de los 80, y para Young «[…] es imposible no contemplar su proliferación como un acto de protesta social, una válvula de escape, una reivindicación de reformas, o como un escenario para los desposeídos» (texto). Y en parte, es cierto que hay una sección del mundo del grafiti, tanto ahora como en los 80, que está muy ligada a la idea de reivindicación política, pero también es cierto que una juventud sin oficio ni beneficio puede dirigir sus energías en diversas formas de disconformidad e, incluso, de destrucción en las que no hay ningún mensaje claro.
Justamente esta semana leí la noticia del coste que supone eliminar los grafitis del transporte público (aquí tenéis un enlace, aunque si buscáis, enseguida encontraréis muchas noticias relacionadas). Fue curiosa la coincidencia con la visita a esta exposición. Y se hizo inevitable preguntarme si puedo contemplar los grafitis únicamente como forma de protesta o de recreo más o menos juvenil, sin pensar en la gran gasto económico que nos supone a todos el hecho de tener que limpiarlos.
¿Hay alguien que quiera vivir en una ciudad donde todos los vagones de tren y metro, los autobuses, las persianas de las tiendas y la mayor parte de las paredes están llenas de grafitis? Si no se eliminara periódicamente es lo que pasaría … Al margen de la cacofonía visual, que ya sería un motivo, tal vez haya que distinguir entre los grafitis que reflexionan de manera interesante sobre cuestiones políticas, sociales, medioambientales, etc. y que creo que son una minoría, y lo que simplemente son reafirmaciones del «yo» en forma de garabatos y firmas. Desde mi punto de vista, debería haber lugar para los primeros, pero no para los segundos. Quizás es una opinión impopular, pero no pienso que esté justificado este grandísimo gasto económico para que alguien tenga la alegría de ver su nombre en un espacio que es de todos.
No quería enrollarme tanto con el tema de los grafitis, porque se desvía un poco de lo que nos ocupa, que es una exposición fantástica que hay que ir a ver sin dudarlo; pero la conjunción «metro de NY al 84» y «15 millones de euros» me ha llevado por este camino. También es interesante como unas fotografías del año 84 siguen siendo de actualidad, aunque sea de forma tangencial.
¿Vosotros qué pensáis de todo esto?