La luz negra

CCCB del 15 de mayo al 21 de octubre de 2018. Comisario: Enrique Juncosa.

Cartel de la exposición. Imagen de la web del cccb.

La luz negra ya no es lo que utilizan en CSI, o no solamente. Ahora sé que también se refiere a la tradición mistérica del Islam (como muy bien nos explicó el chico que nos hizo la visita guiada). Me confieso ignorante: entre el cartel, que es casi opart, y que he visto demasiadas series, enseguida pensé en alguna exposición de divulgación científica. Como el CCCB es un experto en estas mixturas, pues hasta que no fui a la web para ver de qué iba, no entendí que estaba equivocadíssima. El objetivo de la exposición es, básicamente, acercarse a unas obras y unos artistas que han vehiculado su labor creativa a través de prácticas arcaicas y de rituales y tradiciones mistéricas.

«Dos soles negros», de Matías Krahn Uribe. El comisario Enrique Juncosa quería, en un principio, terminar la exposición con esta obra, que parecen dos ojos negros, haciendo referencia a este estadio de conocimiento sufí al que alude el título.

Cuando tenía 13 o 14 años me interesaba el ocultismo. Pasé una etapa sumergida en la búsqueda del tercer ojo, trabajando el poder de la mente y esas cosas. Pero entre que la mayoría de publicaciones eran de autoayuda y que el resto estaban demasiado alejadas de mí para estudiarlas sin un guía, sobre todo porque había una distancia cultural importante (budismo, etc.), acabé abandonando la esperanza de obtener un conocimiento total y profundo de la naturaleza humana, al menos mediante esta vía; porque mi interés no estaba en comunicarme con el más allá ni mandangas de éstas, lo que yo necesitaba y deseaba era un conocimiento que trascendiera la anécdota del presente, que lo englobara todo. También recuerdo muy bien haberme lamentado de esta falta de trascendencia del arte occidental hace muchos años, antes de comenzar la carrera. Sólo de vez en cuando te encontrabas algún artista reconocido que pretendía distanciarse del presente, efímero por definición, y ofrecer una visión diferente. Estas inclinaciones no se suelen abandonar nunca del todo, porque el conflicto de base no desaparece; se cambian las vías para adquirir respuestas pero no el fondo de la cuestión: cuando me veo reflejada en los campos de color de Rothko, por ejemplo, es eso mismo lo que busco, lo que con 14 años intentaba encontrar meditando.

Pues he aquí mi sorpresa cuando vi que, por unas vías u otras, todos estos artistas de La luz negra perseguían justamente eso que yo echaba de menos: siempre es fantástico saber que no estás solo en todas estas crisis existenciales.

Los métodos que estos artistas han utilizado para acercarse a las grandes preguntas de la humanidad han sido, en términos generales, dos.

La primera consiste en utilizar la propia acción -en este caso, plástica- para alienarse de todo lo racional y obtener así un mensaje del inconsciente o de esta parte «divina» que todos llevamos dentro. Esta manera de meditar está muy integrada en diversas prácticas. Recuerdo que hace tiempo asistí a un taller de pintura japonesa tradicional. La artista que dirigía el taller nos explicó que la práctica debe llegar a un punto de automatismo muy parecido al de la meditación y que esto se conseguía repitiendo infinitamente los mismos gestos para crear los paisajes sin poner ninguna conciencia. Los brazos, las manos, los dedos, las muñecas deben ir solos.

Una segunda opción es aquella que toma la propia obra como portadora del mensaje: mediante símbolos gráficos, numéricos, etc.

La mayoría de artistas, teóricos, creadores de religiones personales y chiflados varios no son conocidos y sólo por eso ya merece la pena acercarse a ver la exposición. Al mismo tiempo también es interesante ver la cara B de algunos artistas muy conocidos como Tàpies o Joan Ponç.

A la derecha, algunas obras de Tàpies y a la izquierda de Joan Ponç. Los integrantes de Dau al Set estaban muy interesados en las técnicas de psicoanálisis utilizadas por el surrealismo, que influyó a muchos otros artistas de la exposición. Además, en el caso de Tàpies, se sumaba un interés muy acusado en las tradiciones orientales.
Donde decae mi interés es en el abuso exagerado de drogas (y digo abuso, porque un uso ritual y moderado de narcóticos se ha hecho desde siempre y es tan antiguo como la humanidad misma. Quizá también sería discutible porque la antigüedad no justifica la pervivencia de ninguna práctica, pero al menos da lugar a un diálogo). Entiendo que, en un recorrido histórico como este, hay una voluntad de recoger todo aquel que ha trabajado el tema y que esto pasa por encima de la calidad de la obra o del nombre del artista, pero la psicodelia y la generación beat crean un abismo (en mí) por un motivo muy sencillo: la base de mi interés por esta exposición se mueve entre la identificación con el conflicto humano del que parte y la mera curiosidad, pero el abuso de drogas como medio clave para obtener resultados me distancia radicalmente del producto final. Sin embargo, también debo reconocer que algunas obras de Harry Smith me han parecido bastante interesantes y por lo que me ha parecido entender, este señor no habría pasado un test de drogas jamás en la vida. O sea que todo es cuestionable!
Esta obra de H. Smith (c. 1970) es una de las piezas que me ha parecido más interesante. Me ha recordado a algunas obras del último Renacimiento y el Manierismo, que no es que tenga mucho que ver con el tema, pero si Archimboldo utiliza frutas y verduras para hacer retratos, pues Smith utiliza símbolos.

En cualquier caso, vale la pena ir, y si puede ser con la visita guiada ¡mejor!

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