Obras de Mia Martí
Del 5 de octubre de 2017 al 26 de octubre de 2017 – Centre Civic Fort Pienc
Con esta serie de pinturas-fotografía, Mia Martí nos ayuda a soltar el móvil un rato y a entrar en un universo donde lo importante es el análisis en profundidad de un detalle. La artista ha elegido una serie de fotografías a partir de las cuales ha desarrollado su imaginario pictórico.
Una mirada hacia el entorno más cercano desde el punto de vista de la abstracción hace que cualquier rincón se pueda convertir en pintura.
La fotografía convive con la pintura. La imagen se convierte en cuadro.
Colores, cielo, formas, paredes, líneas, plantas, texturas.
Un instante íntimo capturado a través de la imagen que se integra en el cuadro para acabar siendo pintura.
(Texto que acompaña la exposición)
A veces se agradece que un artista ofrezca un espacio para la reflexión, sin pretensiones políticas ni reivindicaciones sociales más allá del hecho de sentarte un momento y pensar en lo que estás viendo. Son obras que en seguida nos recuerdan a Rothko o a Morandi, por esta factura suave, diluida, de capas finas que se superponen con paciencia y al mismo tiempo por el espacio interdimensional que sugieren. Al margen del mercado -que es un mundo a parte-, la pintura no ha tenido demasiado crédito en las últimas décadas, pero esta capacidad de absorber la atención no es tan fácil de conseguir y hay que reivindicarla y darle un valor. Una presentación excelente, en un espacio enorme (más de lo habitual en un centro cívico) y la horizontalidad predominante en las composiciones nos conducen el ánimo hacia este estado de reflexión.
Una de las cosas que me ha llamado la atención y me ha chirriado un poco es el hecho de incluir la fotografía cuando está bastante claro que el punto de interés de Martí está básicamente en la pintura. Entiendo que forme parte del proceso, es lógico tener referentes de aquello que nos rodea y jugar con un proceso más o menos paralelo al concepto de realidad aumentada, en el sentido que a una realidad se le superpone otra que se extiende más allá del punto de partida. Pero al mismo tiempo, aunque este juego me gusta, me pregunto si podría estar buscando una especie de coartada para justificar el hecho de querer pintar, porque hoy día, como decía en el párrafo anterior, pintar se considera de yayas y domingueros, pero no de gente seria, al menos en el ámbito académico-crítico. También podría ser una manera de tranquilizar a los escépticos de lo abstracto, dándoles este punto de partida reconocible. En cualquier caso, parece una especie de muleta y pienso en cómo sería si fuera sólo pintura. Decía Isidre Nonell que él pintaba y punto (“jo pinto i prou!”) y tal vez sigue siendo una expresión válida.